50 uds - 50 posibilidades diferentes

Todo empezó cuando una paloma me robó la gorra.


Yo estaba en una terraza, tomándome un café con leche sin lactosa, cuando de repente… ZAS. Una paloma kamikaze me la quitó de la cabeza y salió volando en espiral, como si supiera lo que hacía. Me quedé en shock. Pero lo mejor vino después.


La seguí.


Cruzamos calles, parques, un cumpleaños infantil, y llegamos a un callejón donde un tipo con pinta de hacker vendía gorras desde una maleta metálica. Tenía un parche en el ojo. Literal. Y sin decir palabra, me ofreció una.


—Elige bien —me dijo—. Solo hay 50. Y todas son distintas.


Las abrí una por una. Cada una tenía algo que no cuadraba: un dibujo en el sitio “incorrecto”, una combinación que parecía aleatoria, un bordado que parecía mensaje en código Morse. Pero todo tenía sentido en su rareza. Eran piezas únicas. Como si el caos hubiera diseñado con intención.


Agarré una. Me la puse. Y me sentí parte de algo más grande.


—Ahora tú formas parte del 1% —dijo el del parche mientras la paloma se le posaba en el hombro y me guiñaba un ojo.


Y así nació el DROP 5.

50 gorras. 50 realidades posibles. Ninguna igual.